martes, 13 de agosto de 2024

Círculo de Lovecraft nº24



Tenemos el placer de presentaros el vigesimocuarto número de Círculo de Lovecraft: complejo y singular, oscuro, adictivo y terrible.
 
 

CONTENIDOS

FICCIÓN
  • Oferta de trabajo – Lorena Escobar & Román Sanz Mouta 
  • Presa – Roberto P. Marcos


NO FICCIÓN
  • Irrealismo macabro. Claves para leer los cuentos de Thomas Ligotti – Pablo Rumel Espinoza 
  • La violencia y lo sublime en la obra de Robert E. Howard Jason Ray Carney
 
DIÁLOGO
  • Barry B. Longyear: «Para mí, la libertad es la capacidad de tomar decisiones y ejercerlas»Escrito por José R. Montejano
 
 

miércoles, 1 de mayo de 2024

John Silence, o la elegancia de lo sobrenatural


Si ya en artículos anteriores he tenido la suerte de habla con vosotros sobre el origen de los detectives paranormales, llega el momento de conocerlos un poco más de cerca. Trataré de esbozar los rasgos básicos de los primeros y más importantes investigadores de lo oculto, génesis de mucha de la narrativa audiovisual y literaria que conocemos hoy. 

Mientras los relatos de detectives racionalistas como Dupin o Holmes cobran importancia, aparecen varios investigadores de caracter preternatural; la época victoriana, en la que reuniones espiritistas, órdenes mágicas y narraciones legendarias tras la cena son fuente de entretenimiento para las clases medias y altas, es un caldo de cultivo perfecto para este tipo de literatura. 

Nos ocuparemos hoy de uno de esos primeros detectives, que reconozco es uno de mis preferidos, hasta el punto de que el personaje estrella de mis novelas se llama Jonathan Silencio en homenaje a él. 

Pero no hablemos de mí. Hablemos de Algernoon Blackwood, padre literario de John Silence; un autor que se dedicó a la literatura tras haber pasado por muchos otros trabajos, y que practicó la investigación de lo paranormal como forma de vida, más allá de la simple afición, llegando a formar parte de la Golden Dawn, una de las más populares y activas órdenes esotéricas del mundo. 

Con estos antecedentes, no es extraño que sepa dotar a sus relatos de una verosimilitud envidiable. 

Muchos autores defienden que Blackwood no pretendía producir literatura de entretenimiento sino exponer, usando a Silence como alter ego, los resultados de investigaciones reales que él u otros miembros de la orden habrían llevado a cabo. Un trasfondo que dota de mayor interés a sus historias. 

A la hora de crear el personaje, Blackwood trata de dotarle de un aura de autoridad; para ello le da el título de “doctor” y nos cuenta que ha pasado un tiempo indeterminado en una especie de retiro de estudios o investigación, preparándose para la tarea que se ha impuesto. El autor no será nunca demasiado explícito sobre los procesos de dicho estudio, ni sobre los métodos utilizados por Silence para la resolución de sus casos, y esta falta de datos acerca del origen de Silence resulta tener dos caras. A veces le proporciona una adecuada aura de misterio, y en otros momentos hace que el conflicto parezca resolverse mediante un abracadabra, un deus ex machina que nos deja cierta sensación de vacío. 


 

Explicaré más en detalle a qué me refiero; quienes escribimos literatura de investigación nos dividimos, queramos o no, en detectives Poirot o detectives Holmes. Es decir, nuestras narraciones pueden aportar al lector pistas, ya sean todas verdaderas o alguna falsa, permitiendo y alentando que el lector se implique en la lectura y pueda llegar con nosotros a la resolución del caso, como ocurre en los relatos de Poirot, o bien usar pistas y datos que el lector no conoce o es difícil que conozca, colocando así al detective en un plano superior, a veces heroico y a veces pedante, como ocurre en los casos de Holmes. De ahí que Blackwood peque en algunos momentos de desconexión con el lector, aunque no puede negarse que consiguió un gran éxito en su época y que su legado sigue vigente. 

Silence es un hombre elegante, preparado, de carácter calmado y generoso, muy empático y humano; casi lo opuesto al detective duro y cínico que el hard boiled cultivó unas décadas después y que el imaginario popular tiene en mente. Sin embargo, sigue usando el método deductivo y el razonamiento para llegar a sus conclusiones, y es en ese sentido un detective en toda regla. Blacwood se mostrará capaz de manejar muy diferentes espacios y muy distintas aventuras, mostrando una envidiable versatilidad que siempre resulta admirable. Sin embargo, fueron pocos los relatos de Silence en la ingente obra de este artista, tal vez porque su intención didáctica, a la que aludía en principio, no se cumplía. Siendo muy positiva la acogida del público, tomaban sus relatos como fantasía narrativa, y no como una exposición de otras realidades desconocidas. 

Una buena muestra de las características humanas de Silence y el profundo trabajo de documentación y divulgación de Blackwood es el relato “Una víctima del espacio superior”, en el que Silence será poco más que un espectador de los hechos. Nos habla este breve cuento de un hombre capaz, a su pesar, de viajar entre las dimensiones, más allá del tiempo y el espacio. Cliché del que no podía dejar de ocuparse Blackwood, que ya en otros relatos ha tocado el tema de las casas embrujadas, los antiguos ritos y las trasnformaciones. 

Ilustración de Ivan Aivazovsky, 1878

El viaje a través de las dimensiones está, en dicho cuento, muy vinculado a una figura que a todos los aficionados al cine de superhéroes actual le resultará familiar; el teseracto o tesaracto. El cubo de energía casi infinita que la saga Marvel nos ha mostrado en las películas, y que fue descrito por primera vez en 1888 en un complicado -al menos para mi humilde capacidad- tratado sobre geometría escrito por Charles Howard Hinton. La definición más sencilla sería decir que el teseracto es al cubo lo que el cubo al cuadrado; es decir, multiplica las dimensiones en que la figura está presente y es un paso de lo bidimensional a lo tridimensional, y después a lo tetradimensional. Tiempo y espacio por tanto, son susceptibles de cambio mediante un adecuado tratamiento de los ángulos. Una teoría que el mismo Lovecraft y su círculo darán por buena en sus relatos y que Blackwood aplica con gran acierto en éste. 

Por tanto, podemos decir que Silence es un arquetipo del investigador sobrenatural experto en la materia, creyente, más dado a la contemplación que a la acción y superior en lo intelectual. Una especie de Holmes de lo preternatural al que podéis disfrutar en los relatos: 

-Antiguas brujerías 

-Culto secreto 

-El campamento del perro 

-La Némesis de fuego 

-Una invasión psíquica 

-Una víctima del espacio superior

 

miércoles, 5 de octubre de 2022

«Hija vieja» - Javier Sachez: Una historia de sabiduría y vida, de brujas y diosas

 Ilustración de Piotr Jabłoński

 

Por Amparo Montejano


Apenas leídas unas cuantas líneas y…, fueron más que suficientes para convencerme de que atesoraba entre las manos una obra, «Hija vieja» (Valhalla Ediciones), henchida con un «don» de profundidad inenarrable. Cierto es que sabía de las lindezas de la prosa de su autor, Javier Sachez; de su maestría y dominio en el arte literario, mas esta servidora siempre desconfía («A más años, más desengaños»), diluyéndose mi escasa prudencia entre las nubes de polvo que levantan las cabriolas de muchos de los danzarines de las letras. Empero, como la rectificación emocional me parece crucial a la hora de abordar la construcción holística del ser humano, necesaria para apreciar «el don de lo maravilloso», para develar esa percepción (única, increíble) que nos arrebata cundo nos sentimos espectadores privilegiados en la contemplación (en este caso, lectora) de una obra que embriaga y arropa por su profundo lirismo; es por ello que, he de decir (decirte, mi querido Javier), que ha sido todo un honor y un verdadero privilegio disfrutar de este maravilla «neo-añeja» que profundiza (tan bien) en la historia de una cultura amable con ( y de) lo femenino.

Una cultura que existió en los anales (prior ad scriptum) del tiempo, que se remonta a un viejo continente de cazadores-recolectores donde la discriminación, no solo de clase, sino también de género, era inconcebible, no se contemplaba. Pese a las dificultades aparejadas al nomadismo, la cara virtuosa de la vida se mostraba a la civilización amable que adoraba a la Gran Madre protectora y hospitalaria, milagro existencial, dadora de paz y quietud. Así nos lo muestra su autor en un recorrido histórico (mediados del s. XX) que transcurre en base a un cuento, a una parábola asentada sobre una introducción melancólica avivada por la historia de un personaje (Encarnación) que encarna la secuenciación ganética-emocional de esa gran madre conocedora (portadora) del misterio global de la vida; de esa mujer significada en tierra, educadora e invocadora de las antiguas diosas femeninas, analogías sacralizadas de una «vida natural»: la especie humana comprendida en la Naturaleza (con sus leyes y energías) como parte esencial de ésta, en espíritu y materia, sometida a un «equilibrio natural». Hete aquí lo que pervive en Vultimaco, una Vetusta adormecida donde impera (¿dónde no?), por herencia genética de los invasores Kurganes (pueblos de pastores procedentes de las estepas orientales, belicosos adoradores de un dios masculino arrogante que sometía con el poder destructivo de su rayo vengador), una sociedad patriarcal que violentamente obliga y subyuga lo femenino frente a lo masculino, lo lábil frente a lo fuerte, el poderoso conocimiento que trae la reposada ancianidad frente al enérgico e imprudente vigor juvenil. Mas, en Vultimaco, gracias a Encarnación, la Gran Madre, la Madre Fundadora, la Diosa de la Tierra, la Madre del hogar se resiste a morir. Porque Encarnación es la sabia matriarca que cura el dolor femenino, que venga (sirviéndose de un artefacto mágico similar a una bulla) los golpes y ultrajes que los hombres del pueblo ejercen contra sus compañeras. Sin duda, esta introducción o primera parte de «Hija vieja» se me hace una soberbia construcción realista-mágica de la historia. Tan, tan absolutamente redonda que, a mi gusto, es una memoria en (de) sí misma, con un personaje que soterra al que resultará ser el principal (quien dará pie a los acontecimientos que se suceden en el marco de una segunda, tercera y cuarta parte): Penélope (mujer del s. XXI), profesora de historia, quien inicia su más que particular odisea en busca de… ¿sí misma? 

Javier Sachez, autor de «Hija vieja»

El personaje emprende un «viaje de heroína» al pueblo que fue (aún es) de Encarnación, de todas las Encarnaciones no disciplinadas-subordinadas al parecer patriarcal (in iudicio et actu) descubriendo la terrible realidad: somos vástagos de una cultura que se remonta a más de 5000 años, cimentada en el ultraje y la violencia contra lo femenino. El sudario de Penélope sigue tejiéndose cuando, por azar inducido (que no precipitado), encuentra la ancestral reliquia mágica y decide hacerse con ella. A partir de aquí, ese arquetipo de mujer sumisa y abnegada con (de) su realidad (me pregunto si Sachez puso a nuestra protagonista ese nombre por mera casualidad) se enfrentará a su antagonista personificada (liberada) en la figura de Eugenia («de buen linaje, de casta noble»…, no, definitivamente los nombres de los personajes no responden al azar), acólita de «la actual» Encarnación, hija no natural de ésta, hija en el sentir y el pensar, futura heredera «encarnada» en el arte de la sabiduría ancestral: vida y muerte en la Gran Madre protectora, dadora de paz y quietud. 

Al respecto del estilo de Sachez apuntaré que es lírico, metódico y «limpio»: una prosa que acompaña al acto, un acto hilado al adjetivo preciso, una precisión que arrebata los sentidos. Sachez nos induce (magistralmente) a caer en ese terreno mágico de un realismo sobrenatural que sincopa la ternura con el patetismo de la crueldad humana. 

Finalizaré mi crítica argumentando lo siguiente: «Hija vieja» es un alegato enmascarado (en forma de novela) acerca del poder de las mujeres, acerca de lo divino femenino que, en forma de matriarcado, ha sido demonizado, injuriado y ultrajado por una sociedad donde la masculinidad (mal entendida) fue impuesta a golpes. Donde la «rebelión antidiosa» ha marcado la historia del mundo que conocemos. ¿Cuántas «brujas» han sido quemadas en las hogueras que se prenden a base de cólera y vanidad? ¿Cuántas más se quemarán (la última, que sepamos, se llamaba Mahsa)? Es esta increíble novela de mi querido Sachez un maravilloso canto a todas las heroínas femeninas que fueron, que son, que serán. Una historia de sabiduría y vida, de brujas. Una historia de diosas.

 Ilustración de Piotr Jabłoński

 

sábado, 23 de julio de 2022

Emilia Pardo Bazán: Entre sacamantecas y brujas



Reconocemos que cuando la editorial Cazador de Ratas nos ofreció la posibilidad de reseñar -inmensamente agradecid@s por la deferencia- dos obras de la gran Emilia de Pardo Bazán, la novela El saludo de las brujas (1899) y tres pequeños relatos -de entre los más de quinientos que escribió- en formato bolsilibro, editados como El destripador de antaño y otros cuentos, en nosotr@s surgió esa indescriptible sensación que mixtura un épico regocijo con una ingente temeridad, pues no es esta autora sino una más del palmarés de escritores a los que admiramos y queremos, no solo por la ingente capacidad literaria/creativa -casi como del quattrocento- que ejerció a lo largo de toda su trayectoria artística -novela, ensayo, obras dramáticas, poesía, artículos, libros de viajes, traducciones..., e inclusive, trabajo editorial (al comandar y sufragar el tan criticado diario independiente de pensamiento sociopolítico El cuento semanal)-, sino también por los valores humanos en los que basó su vida y que, acertadamente o no, defendió hasta sus últimas consecuencias -lo que la hizo estar siempre presente en el disparadero colectivo de la crítica artística, ética y social, de los unos y de los otros-. 

Dicho lo cual, y si sumamos el hecho de que hablamos de una mujer, en la España del mediados del XIX y primer cuarto del siglo XX (1851-1921), demás está decir que constituye para Círculo de Lovecraft un indefectible orgullo el haber podido trabajar con dos de sus obras. Obras que, pese a no perder nunca ese sello suyo, romántico/realista, tan identificativo, se encuadran en contextualizaciones bien distintas que, subjetivamente hablando, las hacen diferentes. Y ¡no!, la cuestión no resulta de la extensión argumental o estilística... es más una cuestión anímica, de aproximación simbólica o naturalista al enfoque creativo. 

En Un destripador de antaño y otros cuentos nos topamos con tres relatos increíbles... El primero, que da título a la antología, se hallaba incluido en su colección Historias y cuentos de Galicia (1900); Vampiro (1901) y Bajo la losa, que pertenece a su serie Cuentos de la Tierra (1888). Es en estos relatos en donde Bazán nos arrebata el juicio y nubla los sentidos, porque, con la maestría lírico/narrativa que la caracteriza, aúna crueldad y belleza, vileza y honestidad -empleando una adjetivización profusa (no en vano es la "madre del naturalismo ibérico")- que la lleva a atormentarnos con tramas pesadillescas que reelaboran los tópicos de terror; tópicos que adapta al ambiente castizo -de usos y costumbres- de su amada tierra gallega. 

Es en ellos en donde la autora escoge con mesura las palabras -que rima y con las que hilaza y edifica complejas estructuras sintácticas- para hacerse abanderada de los dramas y causas sociales -el proletariado, la vida rural y la situación de la mujer- que reflejan el ambiente hosco, pétreo y hostil que se vivía en la España de la época. Sus protagonistas, mayormente femeninos -a veces verdugos, las más, víctimas- expresan, de forma sutil y desgarrada, ese naturalismo de Émile Zola -que tanto la sedujo- que ha hecho que sus cuentos se tengan por verdaderos "ensayos fisiológicos" que demuestran la influencia del medio sobre el desarrollo, a todos los niveles, del individuo; individuo que es aquí paradigma de dolor e incapacidad, de padecimiento: hambre, miedo o castigo -que experimenta con una brutalidad cuasi "asnal"- que, desde el principio, se masca en el ambiente -ominoso y tétrico, boscoso- pero que no llega a redundar en lo soez o macabro -pese a la crudeza que exhiben sus historias-. Una obra excelente; un lujo para los amantes de los relatos, ya sea de los de sus primeros años -La dama joven y otros cuentos (1885), por ejemplo- o de sus composiciones más postreras -Cuentos trágicos (1912)-. 

El saludo de las brujas se encuadra dentro de sus más de cuarenta novelas conclusas. En ella, y a nuestro parecer, la autora consigue rasgar -un mucho- ese "naturalismo Zolista" que tanto se hace de notar en sus cuentos de costumbres. No obstante y aunque cierto es que su estilo es definitorio y definitivo: prosa/lírica, realismo que atraca en activismo social -abrazando siempre su carácter reformador y crítico-, es esta una obra que evoluciona hacia dosis mayores de espiritualismo, de detracción moral y remordimientos ético/religiosos. No en vano, la propia Pardo Bazán escribió, en su ensayo de 1887, La revolución y la novela en Rusia, acerca de la importancia de lo simbólico: 

"El elemento espiritualista de la novela rusa es para mí uno de sus méritos más significativos [...] los realistas franceses ignoran la mejor parte de la humanidad que es el espíritu..." 

Es un libro lírico, de tramoya urbanita, en donde la intriga se enhebra gracias a los prejuicios de clase y las aprehensiones morales que derivan en matrimonios pactados que, a la postre, desembocan en amores trágicos que ondean en limbos..., entre sombras -muy autobiográfico, muy característico de Bazán ("mujer precoz" y que experimentó de lo uno y de lo otro: la conveniencia de una unión y el amor libre)- y que encontramos en otras obras suyas tales como: La cuestión palpitante (1883, ensayo) o la propia La dama joven, anteriormente citada. No es de recibo nombrar su patetismo, siempre inherente, sutilmente mostrado... quizá el propio que desarrolla una mujer adelantada a su tiempo que se conoce sabedora del sacrificio y renuncia que supone vivir al filo de lo que no se considera aceptable. Tal cual argüía: 

"... un error momentáneo de los sentidos, fruto de las circunstancias imprevistas..." 

Y es éste, como tal, el verdadero argumento de El saludo de las brujas; mas, no obstante, ¿qué fue su autora sino una bruja? Una mujer culta, de pensamiento crítico y que vivió y luchó según sus convicciones momentáneas; una mujer que escogió su destino y que, hasta su último aliento, se hizo libre: una Mary Shelley hispana, injustamente tratada -por críticos y literatos- e inmerecidamente leída.

Fragmento de ‘Fantasy Based on Goethe’s Faust’, de Theodor von Holst (1810-1844)