Si ya en artículos anteriores he tenido la suerte de habla con vosotros sobre el origen de los detectives paranormales, llega el momento de conocerlos un poco más de cerca. Trataré de esbozar los rasgos básicos de los primeros y más importantes investigadores de lo oculto, génesis de mucha de la narrativa audiovisual y literaria que conocemos hoy.
Mientras los relatos de detectives racionalistas como Dupin o Holmes cobran importancia, aparecen varios investigadores de caracter preternatural; la época victoriana, en la que reuniones espiritistas, órdenes mágicas y narraciones legendarias tras la cena son fuente de entretenimiento para las clases medias y altas, es un caldo de cultivo perfecto para este tipo de literatura.
Nos ocuparemos hoy de uno de esos primeros detectives, que reconozco es uno de mis preferidos, hasta el punto de que el personaje estrella de mis novelas se llama Jonathan Silencio en homenaje a él.
Pero no hablemos de mí. Hablemos de Algernoon Blackwood, padre literario de John Silence; un autor que se dedicó a la literatura tras haber pasado por muchos otros trabajos, y que practicó la investigación de lo paranormal como forma de vida, más allá de la simple afición, llegando a formar parte de la Golden Dawn, una de las más populares y activas órdenes esotéricas del mundo.
Con estos antecedentes, no es extraño que sepa dotar a sus relatos de una verosimilitud envidiable.
Muchos autores defienden que Blackwood no pretendía producir literatura de entretenimiento sino exponer, usando a Silence como alter ego, los resultados de investigaciones reales que él u otros miembros de la orden habrían llevado a cabo. Un trasfondo que dota de mayor interés a sus historias.
A la hora de crear el personaje, Blackwood trata de dotarle de un aura de autoridad; para ello le da el título de “doctor” y nos cuenta que ha pasado un tiempo indeterminado en una especie de retiro de estudios o investigación, preparándose para la tarea que se ha impuesto. El autor no será nunca demasiado explícito sobre los procesos de dicho estudio, ni sobre los métodos utilizados por Silence para la resolución de sus casos, y esta falta de datos acerca del origen de Silence resulta tener dos caras. A veces le proporciona una adecuada aura de misterio, y en otros momentos hace que el conflicto parezca resolverse mediante un abracadabra, un deus ex machina que nos deja cierta sensación de vacío.
Explicaré más en detalle a qué me refiero; quienes escribimos literatura de investigación nos dividimos, queramos o no, en detectives Poirot o detectives Holmes. Es decir, nuestras narraciones pueden aportar al lector pistas, ya sean todas verdaderas o alguna falsa, permitiendo y alentando que el lector se implique en la lectura y pueda llegar con nosotros a la resolución del caso, como ocurre en los relatos de Poirot, o bien usar pistas y datos que el lector no conoce o es difícil que conozca, colocando así al detective en un plano superior, a veces heroico y a veces pedante, como ocurre en los casos de Holmes. De ahí que Blackwood peque en algunos momentos de desconexión con el lector, aunque no puede negarse que consiguió un gran éxito en su época y que su legado sigue vigente.
Silence es un hombre elegante, preparado, de carácter calmado y generoso, muy empático y humano; casi lo opuesto al detective duro y cínico que el hard boiled cultivó unas décadas después y que el imaginario popular tiene en mente. Sin embargo, sigue usando el método deductivo y el razonamiento para llegar a sus conclusiones, y es en ese sentido un detective en toda regla. Blacwood se mostrará capaz de manejar muy diferentes espacios y muy distintas aventuras, mostrando una envidiable versatilidad que siempre resulta admirable. Sin embargo, fueron pocos los relatos de Silence en la ingente obra de este artista, tal vez porque su intención didáctica, a la que aludía en principio, no se cumplía. Siendo muy positiva la acogida del público, tomaban sus relatos como fantasía narrativa, y no como una exposición de otras realidades desconocidas.
Una buena muestra de las características humanas de Silence y el profundo trabajo de documentación y divulgación de Blackwood es el relato “Una víctima del espacio superior”, en el que Silence será poco más que un espectador de los hechos. Nos habla este breve cuento de un hombre capaz, a su pesar, de viajar entre las dimensiones, más allá del tiempo y el espacio. Cliché del que no podía dejar de ocuparse Blackwood, que ya en otros relatos ha tocado el tema de las casas embrujadas, los antiguos ritos y las trasnformaciones.
Ilustración de Ivan Aivazovsky, 1878
El viaje a través de las dimensiones está, en dicho cuento, muy vinculado a una figura que a todos los aficionados al cine de superhéroes actual le resultará familiar; el teseracto o tesaracto. El cubo de energía casi infinita que la saga Marvel nos ha mostrado en las películas, y que fue descrito por primera vez en 1888 en un complicado -al menos para mi humilde capacidad- tratado sobre geometría escrito por Charles Howard Hinton. La definición más sencilla sería decir que el teseracto es al cubo lo que el cubo al cuadrado; es decir, multiplica las dimensiones en que la figura está presente y es un paso de lo bidimensional a lo tridimensional, y después a lo tetradimensional. Tiempo y espacio por tanto, son susceptibles de cambio mediante un adecuado tratamiento de los ángulos. Una teoría que el mismo Lovecraft y su círculo darán por buena en sus relatos y que Blackwood aplica con gran acierto en éste.
Por tanto, podemos decir que Silence es un arquetipo del investigador sobrenatural experto en la materia, creyente, más dado a la contemplación que a la acción y superior en lo intelectual. Una especie de Holmes de lo preternatural al que podéis disfrutar en los relatos:
-Antiguas brujerías
-Culto secreto
-El campamento del perro
-La Némesis de fuego
-Una invasión psíquica
-Una víctima del espacio superior