jueves, 31 de octubre de 2019

"Cabra Roja, Cabra Negra": Nadia Bulkin y el (otro) horror lovecraftiano

 Ilustración de Richard Luong

Por Bobby Derie
Traducción por Amparo Montejano


¡La Cabra es nuestra verdadera madre! ¡Ella es la verdadera 
madre de todos! 
-Nadia Bulkin, Cabra Roja, Cabra Negra 

Desde los años 30, los aficionados y escritores han intentado dar forma y orden a los Mitos en un ritual participativo, heterodoxo y variado, aunque, la comprensión de cada lector siempre resulta única…, construida y moldeada por todo aquello que ha leído, por todas las conexiones que ha edificado su propio intelecto y por la manera en que su imaginación es capaz de rellenar los huecos vacíos. Por todo esto se diría que no hay un canon como tal, sino múltiples posibilidades… 

En Cabra Roja, Cabra Negra, Nadia Bulkin abre una puerta a otra casualidad, recreando una historia que sabemos que trata acerca de la entidad primigenia Shub-Niggurath, pero, sólo por inferencia, al evitar, convenientemente, los tópicos de los pastiches sobre los Mitos de Cthulhu. La Cabra Negra de su título es, en el mejor de los casos, una sugerencia del epíteto La Cabra Negra de los bosques de los mil retoños, que, simplemente llegamos a deducir que Bulkin se refiere a Shub-Niggurath en esta historia, en la que no llega a citársela como tal, ni a emplazarse en lugares lovecraftianos familiares ni tampoco a referirse a manuscritos o grimorios malditos que hagan una alusión directa a la ortodoxia de los Mitos (en diferenciación con otros textos de autores como Molly Tanzer y su relato: Todo esto para la GRAN GLORIA de los séptimos y tricentésimo vigésimo novenos hijos de la CABRA NEGRA de los BOSQUES, 2012, o los de la propia Valerie Valdés con: Testigos de Shub-Niggurath del 2015). 

Bulkin talla su propio trozo de tradición con la habilidad sangrienta que emana de una película de terror del sudeste asiático (por ejemplo, de Indonesia). El escenario del enigmático y exótico Oriente no se teatraliza tal cual podría haber sido en los tiempos de Lovecraft, porque, ella lo cementa y desarrolla tal cual hizo Lovecraft con Dunwich (personajes como parte orgánica de un todo, en el que las tradiciones y localismos no resultan falseadas, forzadas o innecesarias). 

No obstante, eso no exime a Cabra Roja, Cabra Negra de participar de la esencia de los Mitos, puesto que la Cabra es algo exógeno del sistema supersticioso que integra al conocimiento de los personajes que interpretan un relato; es decir, aspectos de Ella ya son tratados por otros escritores como Peter Tupper, con su relato El modelo de Koenigsberg (2011), o en la propia encarnación que hace Lovecraft de la terrible madre Cibeles en su relato Las ratas en las paredes (1923). 

La historia creada por Bulkin tampoco pretende participar de un conato humorístico (ya sea irónico o de cualquier otro tipo), pues es una historia sangrienta, pero, tampoco reside en ella ese regusto escatológico y visceral que tiene el gore… Para ello, Bulkin se mueve rápido, no sea que el texto se empantane con suciedad adhesiva, construyendo un horror sádico, aunque pasajero, que reconduce al lector —con un ritmo claramente cinematográfico— hacia un breve mini-clímax, que no representa el final de la crónica, sino tan sólo el final del capítulo. 

 Ilustración de Moracz

Es una buena historia que deja con ganas de más, porque, Bulkin podría haber escrito Cabra Roja, Cabra Negra como una novela gótica javanesa en la que nada parecería encontrarse fuera de su sitio… Lo cierto es que no es así: no existen respuestas para lo que en ella ocurre, obligando —de esta manera— al lector, a encajar su narración dentro de su propia comprensión —personal— del Mito: una encarnación más de Shub-Niggurath, un hilo más en la urdimbre de un tapiz interminable que debería formar parte de los Mitos (personales) de muchos más lectores. 

Red Goat, Black Goat se publicó por vez primera, y de forma gratuita, en Innsmouth Free Press #4 (junio de 2010); ha sido reimpreso en Lovecraft's Monsters (2014) y en la colección She Said Destroy (2017) de Nadia Bulkin.

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