jueves, 11 de julio de 2019

Entrevista con Ramsey Campbell: Bajo la luz de un Gigante

Por José R. Montejano
Traducción: Amparo Montejano
(You can read the interview in English here)

Ramsey Campbell nació en Merseyside, Liverpool, el 4 de enero de 1946. Trabajó como funcionario en la administración americana hasta que decidió dar el encomiable paso de escribir —en exclusividad— en 1973, y es a partir de ese momento cuando se convierte en uno de los Grandes Fabuladores de Pesadillas, a quien el propio Oxford Companion to English Literature definió como "el escritor vivo de terror más respetado de la Gran Bretaña". 

Profundamente influenciado por M. R. James, Graham Greene, Vladimir Nabokov y H. P. Lovecraft, vendió su primera historia a la edad de dieciséis años, y como no había terminado todavía los estudios, fue el propio August Derleth quien adquirió los derechos de su primera antología (de historias claramente amorosas). 

Considerada una de las figuras vivientes más grandes y exponenciales del género del terror del siglo XX, ha publicado tantas novelas e historias "realistas", como otras en las que la trama se desenreda con un aire irremisiblemente fantástico, pero siempre, con fidelidad a su estilo propio —colorista y cuidado—, que le ha validado con grandes críticas, (la obra de Campbell ha sido galardonada en todo el mundo, siendo uno de los autores del género con más premios en su haber). 

Con Demonios a la luz del día, una colección de cuentos publicada en 1973, intentó alejarse de la particular huella de Lovecraft (que usaba en sus primeros escritos), para dedicarse a obras como El final de un día de verano o Conmoción Cerebral, en donde el autor es el propietario estilístico de tramas con puntos de vista "desdoblados o distorsionados" —personajes de mentes enfermas— junto con una profusa riqueza de imágenes (que dan sustancia a la materia inanimada) y la precisión lúdica de los continuos cambios direccionales de la propia estructura narrativa. 
En sus historias, el miedo es una extensión natural de la impotencia. Otros sentimientos similares emanan de su prosa: el aislamiento, la vejez, la incomprensión, el desarraigo y, por sobre todo, la soledad. 

Es un gran honor para mí y para todo el equipo del "Círculo de Lovecraft” poder entrevistar a este prolífico escritor y gran maestro literario. 

J. R. M. (José R. Montejano) - Hasta la fecha, ha tenido una trayectoria envidiable: más de treinta novelas, veintiuna colecciones de cuentos, catorce antologías —como editor— e innumerables ensayos, cuentos y poemas. ¿Qué atribuye a su inmensa productividad y a su indiscutible genio? ¿Es un regalo? O como refería Einstein: ¿un 1% de genio y un 99% de trabajo? 

R. C. (Ramsey Campbell) - No creo que pueda usar la palabra "genio" para referirme a mí mismo. Es un trabajo constante y una compulsion íntima, aunque disfruto mucho más de lo que no disfruto. Cuando escribo un nuevo cuento lo hago a lo largo de los siete días de la semana, incluyendo la Navidad y mi propio cumpleaños. Trabajo desde las seis de la mañana (componiendo inicialmente las primeras líneas que voy a escribir) y desarrollando otras ideas y frases para el resto del día, y permanezco en mi escritorio hasta bien pasadas las siete de la tarde. Escribo hasta por lo menos el final de la mañana, y luego trabajo en otra cosa —no ficción, corrección de pruebas — por la tarde. A última hora de la tarde veo un Blu-ray con Jenny, mi esposa, (esa es mi gran recompensa diaria y mi verdadero momento de relajación —aunque con frecuencia veo películas con el ojo puesto en escribir acerca de ellas, por lo que actualmente estoy trabajando en una monografía sobre Los Tres Chiflados —.). Para que veáis, en lugar de genio, diré que no puedo escribir a menos que la obra comprometa mi imaginación, que no es sino definición de inspiración. Creo —al menos, eso espero— que mi trabajo siga mejorando sin parar. 

  Imagen: Ramsey Campbell

J. R. M. - ¿Qué significa Lovecraft para usted? ¿Qué hay del Horror Cósmico? 

R. C. - Los padres de la moderna historia del terror son Poe en América y Le Fanu en Gran Bretaña, los que refinaron los métodos góticos para producir algunos de los mejores cuentos cortos que hay en el campo del terror. 
Tampoco deben pasarse por alto las fantasías psicológicas de Hoffman. Si tomo a Lovecraft como el escritor individual más importante de lo raro, es porque aúna las tradiciones que le precedieron a ambos lados del Atlántico y se basa en sus fortalezas. Su Horror Sobrenatural en la Literatura no es sólo una apreciación de todo lo bueno que encontró en el género (y una crítica de los defectos que vió), sino también una declaración de sus propias ambiciones artísticas: su ficción les da vida. 

Hasta cierto punto, su reputación es víctima de su creación más famosa, Los Mitos de Cthulhu, concebido como un antídoto contra el ocultismo victoriano convencional; como un intento de recuperar el atractivo imaginativo de lo desconocido, y una de las muchas maneras en que se sugiere lo peor —o lo mejor— de lo que al final termina por mostrarse. También es una manera de lograr el sentido del asombro; el objetivo necesario para alcanzar un “horror visionario” que, de ninguna forma debe estar circunscrito por entero al panorama de los Mitos. Sus historias representan una búsqueda perfecta para lograr “el cuento extraño”; un proceso en el que trabajó con todas las formas de prosa y todos los estilos posibles puestos en función de un único objetivo: asombrarnos y aterrorizarnos. 

Sin embargo, los Mitos de Cthulhu representan su legado más visible y se nos antojan fáciles de imitar o transcribir. Yo, uno de los primeros escritores en copiar a Lovecraft sin haberlo conocido, debo asumir parte de culpa en la medida en que su concepto se ha vuelto demasiado explícito y sobreexplicado, (precisamente lo contrario de sus pretensiones). 

  Ilustración de Zdzisław Beksiński

Afortunadamente, su influencia es mucho más profunda. En sus ensayos y cartas fue capaz de preservar la noción de ficción de terror como literatura, a pesar de todos los ataques que la élite de escritores de la época hicieron de sus grandes cualidades literarias (una visión que fue especialmente fructífera en el caso de Fritz Leiber, que siguió el ejemplo de su mentor de unir las tradiciones transatlánticas). 
Otros corresponsales como Robert Bloch, Donald Wandrei y Henry Kuttner, asimilaron su vision, con la propia y personal de cada uno de ellos. 
Más recientemente, talentos muy diversos como los de T. E. D. Klein, Thomas Ligotti o Poppy Z. Brite, han reconocido la importancia que para su trabajo ha tenido la literatura de Lovecraft, pero, ¿quién podría acusarles de un cierto mimetismo? Pensemos en Alan Moore, Jorge Luis Borges, Stephen King, Thomas Pynchon, Mark Samuels, Caitlín R. Kiernan, China Miéville, Laird Barron.... 

Varios escritores incluso han intentado (con diversos grados de éxito y seriedad) producir una versión del Necronomicon, el famoso libro prohibido del que Lovecraft nos dio determinadas pinceladas que, sugieren un universo mistérico mucho más amplio. Artistas tan diferentes como H. R. Giger y John Coulthart se han inspirado en él, y directores como Roger Corman, Sean Branney y Stuart Gordon, han filmado adaptaciones de los cuentos del de Providence. 

Además de la ópera para la que Harold Farnese (que reformuló dos poemas de los Hongos de Yuggoth al son de la música), la obra de Lovecraft es celebrada —musicalmente hablando — por dos bandas que llevan su nombre, y docenas de otras que han incluido referencias a su obra o que han versado piezas enteras centrándose en ellas; por ejemplo, la banda alemana Nachtgeblüt incluyó seis fugas de teclado neoclásicas en The Outsider

No es de recibo, por tanto, aseverar que su importancia como escritor ha sido reconocida tanto por la Biblioteca de América como por Penguin Modern Classics (que incluyen en sus ediciones textos completamente restaurados). 
Lovecraft hace uso de la Sugerencia, y aunque esa “alusión” parece estar fuera del alcance de la mayoría de los cineastas, incluso El proyecto de la bruja de Blair se ha tildado como de las películas más lovecraftianas que se han hecho hasta la fecha, sobre todo por utilizar el formato de “documental serio” y la inexplicabilidad de cada suceso o de cada frase con la que los espectadores se sumergen en un terrible y trepidante film de suspense. 
Sin embargo, el logro de Lovecraft no radica tanto en su influencia, como en las cualidades perdurables de su mejor trabajo. ¿Quién puede olvidar las bodegas de Joseph Curwen, El color extraño, la gruta bajo el Priorato de Exham, la montaña que caminaba o tropezaba, el cementerio sobre la torre, la escritura fuera del tiempo y mucho más? 


"Debo ser muy prudente ahora, y elegir bien mis palabras." 

Tal cual lo hizo, y sus sucesores también deberían de hacerlo pues, el “revisionismo lovecraftiano” sería más rico si muchos más escritores aprendieran, no sólo del cuidado por la estructura o el lenguaje, sino también otros muchos de sus principios más amplios: su anhelo por lo Cósmico es la mejor de las bazas, a mi juicio, de los mejores de sus cuentos. Y es que Lovecraft es uno de los pocos maestros de la historia de terror que alcanza, eso que resulta tan absolutamente difícil de crear en el lector, y que es el asombro. 

J. R. M. - Entre 1961 y 1963, August Derleth le escribió una serie de cartas en las que especificaba las directrices y correcciones que necesitaba para que el sello Arkham House publicara sus historias. Con el paso del tiempo, ¿considera normal la aptitud algo intransigente de Derleth? ¿Cree que no entenderíamos la figura de Lovecraft (sus mitos) sin el dilema que Derleth creó? 

R. C. - Creo que las sugerencias de August eran totalmente necesarias. Me ayudó a mejorar mi trabajo inicial —entre otras cosas— sacándolo del entorno americano (donde nunca había estado), reubicándolo en Inglaterra, y atenuando la sobreescritura que erróneamente pensé que evocaba los efectos de Lovecraft. Debo señalar que él nunca trató de imponer su propia visión de los mitos por encima de la mía (más bien fui yo quien hasta cierto punto siguió su estructura del bien contra el mal). 
Ciertamente creo que Derleth fue crucial para promover la reputación de Lovecraft, aunque sus propias historias —de los mitos— eran cada vez menos buenas (él mismo llegó a reconocerlo). 

  August Derleth
J. R. M. - ¿Cree que el horror lovecraftiano se está transformando casi en un recurso literario, excesivamente explotado por autores y editors como sinónimo de éxito? ¿Está perdiendo su esencia "original"? 

R. C. - Ciertamente se ha diversificado y diluido, pero todavía hay escritores que intentan volver a los principios originales, buscando el asombro y el terror cósmico. En realidad, creo que las cualidades auténticas se pueden encontrar, a menudo, en mi trabajo que no es cien por ciento “lovecraftiano” (al menos en los términos de Mitos en sí). Me refiero de nuevo a The Blair Witch Project, o en términos literarios, a la extraordinaria viñeta apocalíptica de Mark Samuels, The Black Mould

J. R. M. - Sus obras se adentran principalmente en un horror psicológico lleno de ansiedad, que sin duda arrastra y atrapa al lector bajo su aura claustrofóbica: un cruce entre lo cotidiano y lo raro. ¿Cómo llegó a formar ese estilo único...? 

R. C. - Probablemente por la propia experiencia de mi vida: mi madre era una esquizofrénica paranoica sin diagnosticar, y mi padre fue una presencia invisible en la casa durante la mayor parte de mi infancia y juventud —permanentemente distanciados entre sí por problemas en el matrimonio—. Sospecho que esa sensación fabulada de estar permanentemente atrapado en el terror, se deriva —al menos en parte— de todo lo vivido. Pero, también me inspiré en Fritz Leiber (la forma en la que Smoke Ghost convierte el entorno urbano cotidiano en la fuente de lo extraño y no en un escenario invadido) y también en la película de Buñuel Los Olvidados, en donde el realismo es empujado hasta el punto de que se tambalea en lo surrealista, mientras que el sueño invade lo mundano sin ser “significado” como sueño. Me topé con las obras de estos dos grandes cuando tan solo tenía quince años, y ahí fue cuando mi estilo cambió. 

 Portadas de varias obras de Ramsey Campbell
J. R. M. - ¿Qué consejo le daría a los escritores que están empezando a escribir ficción, y específicamente horror? 

R. C. - La mejor manera de que un escritor compita es consigo mismo: tratar de hacerlo mejor que la última vez. No soy el primero en decir que lo más importante para un escritor es escribir, pero añadiré que debería trabajar —en lo que sea que escriba cada día— hasta que termine el trabajo; de lo contrario, el obstáculo de mens in albis se hace cada día más difícil y peliagudo de superar. Un ejemplo de ésto es mi historia Litera, en la que trascurrieron seis meses entre mi primer día de trabajo y mi regreso a la historia. Quizá debería haberla reescrito… Ahora reescribo más y más severamente, y tengo el placer de saber por dónde he de cortar las miles de palabras que sobran de los borradores; creo que es un placer que vale la pena aprender, sobre todo porque darse cuenta de que uno puede hacerlo, ayuda a relajarse para escribir el primer borrador (mejor tener material para poder darle forma más adelante). 

Aprender a relajarse lo suficiente con la técnica de escribir novelas es más fácil para algunos que para otros; es posible que un escritor sienta la necesidad de planear una novela por adelantado (tal vez todo el camino para fraccionarla en sinopsis por capítulos), antes quizás de comenzar el primer capítulo, pero vale la pena tratar de considerar la sinopsis, sólo como una red de seguridad, tratando de dejar que la novela se desarrolle por sí misma a medida que va tomando “carácter”. Así lo hice yo por vez primera en Incarnate, y desde entonces he evitado conspirar o construir demasiado, tratando de saber sólo lo justo y necesario para empezar a escribir y dirigirme en la dirección correcta. Sé que puede resultar temible perderse a mitad de una novela, pero creo que la solución suele darse en algo de lo que ya se ha escrito, y que los malos días de escritura se compensan con creces con los días en los que la novela parece cobrar vida propia. 

Sigo insistiendo en que escribir es una labor ardua, dura, así que voy a ver si puedo transmitiros más trucos (que yo he aprendido con el tiempo): todos tenemos un momento al día óptimo para la creatividad y, ahí es cuando vale la pena empezar a trabajar —si es que es posible—. El mío va desde las seis de la mañana hasta el mediodía, más o menos. Es fácil distraerse del trabajo, pero la música puede ayudar; mi escritorio está entre altavoces de un equipo de alta fidelidad en el que reproduzco discos compactos (que duran más que los discos normales y me mantienen sumido en la inspiración durante más tiempo). La música que pongo va desde Monteverdi, en adelante (Stephen King utiliza el rock o el jazz de Peter Straub). 


Si sentís que habéis agotado vuestra energía creativa de ese día, no debéis “exprimiros” porque, es mejor saber cuál será el siguiente párrafo con el que comenzar en la próxima jornada (garabatearlo en un papel es mejor que olvidarlo), porque se debe tener siempre una idea aproximada de cúal será el primer párrafo con el que se va a empezar a escribir de Nuevo, (para no quedarte a “solas con el papel en blanco”). 

Si hay que tomarse un día o varios días “libres”, se debe interrumpir la historia antes del final de una escena o de un capítulo, para dar un poco de ímpetu a la narración cuando regresamos (y vamos más “frescos”). 
Hay que llevar siempre un cuaderno de ideas, visiones… para apuntar diálogos que se escuchan y nos resultan sorprendentes, detalles, etc. 

Si una idea —o algo más grande— se niega a ser desarrollada, hay que tratar de alterar el enfoque o incluso la forma: si no crece como una historia corta, puede ser un poema. A veces, dos ideas aparentemente improductivas pueden ser fertilizadas si se cruzan convenientemente, generando una historia increíble. No obstante, en ocasiones un tiempo de espera para macerar un concepto, puede mejorar el resultado final de un escrito. 

¿Qué más puedo deciros? Pues que escribáis. Que nos sorprendáis, y que disfrutéis con vuestro trabajo. Sobre todo, no hay que desesperarse, porque la frustración —que inevitablemente se experimenta en muchas ocasiones— te hace creer que no sabes escribir, y eso, a veces, puede ser el germen dolorosísimo de una obra increíble que está a las puertas de nacer, (sabed que sufro esa frustrante experiencia cada vez que escribo una historia). 
¡Buena suerte, chic@s! ¡Estoy deseando leeros! 

J. R. M. - Tras la trilogía de fantásticos cortometrajes Ángel, Lazarus taxón y El grifo, Denis Rovira debuta como director en el largometraje La influencia, una historia de terror basada en su novela homónima, que estrenará el próximo mes. ¿Qué significa ese trabajo para usted, qué tiene de especial? 

R. C. - La Influencia es una película poderosa y perturbadora basada en mi novela. Ciertamente transmite un sentido de temor psicológico y sobrenatural. Hace cambios en la narrativa, algunos de los cuales desearía haber pensado en mí mismo. Que le vaya bien! 

J. R. M. - Ramsey, una “nota” personal, ¿podría darnos un resumen de sus próximos proyectos? 

R. C. - PS Publishing (Gran Bretaña) sacará un gigantesco conjunto de dos volúmenes de mis cuentos, The Companion and Other Phantasmagorical Stories y The Retrospective and Other Phantasmagorical Stories. Flame Tree Press reeditará The Influence en octubre, y publicará mi nueva novela The Wise Friend para el próximo año. Borderlands Press tiene una novela mía muy extraña (si se puede llamar así): The Enigma of the Flat Policeman. Y actualmente estoy trabajando en una monografía sobre Los Tres Chiflados y en una nueva novela titulada La voz de alguien. Después de todo ésto, ¿quién sabe lo que sucederá mañana?... 

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