Reconozco mi indefensión…, la inconsecuente falta de pretensiones con las que, mea culpa, me acerqué a la antología de la autora Izaskun Gracia Quintana. Me explico: muchas veces (otras tantas) mi razonamiento imaginativo se halla (imperceptiblemente) intervenido por una «codificación clasista» que, lo quiera o no, tod@s habremos de emplear en nuestro día a día para la consideración de entidades, objetos, u otros elementos más introspectivos (véase el arte) a partir de unas premisas o etiquetas que, mejor o peor, nos ayudan a caminar por el mundo (y acoger sus parámetros) volcando habilidad y creatividad en nuestro intelecto; intelecto al que reconozco, que, en este caso en particular, debiera de haber cedido más protagonismo. ¿Y toda esta reflexión que parece dictada por el mismísimo Pedrogrullo, para qué, Amparo? Pues para dar una explicación que, ahora sí, anhelo que resulte sencilla de entender: es mi sentido y más sincero reconocimiento hacia Lo que ruge y hacia su creadora, pues ésta que escribe se hallaba errada; sí, me erravisse.
Y espero (ese es mi propósito), con esta reseña, lograr que tod@s lo que, tal cual yo, se acerquen a este compendio de relatos con un razonamiento establecido, oteen lo perturbador y gratificante que resulta para el intelecto la ausencia de etiquetas; y es que, el hecho de que estos cuentos (ocho: eternos) no puedan «clasificarse» dentro de una vertiente exclusiva de lo fantástico, no solo es atractivo, sino que, además, es «transcendente». Transcendente porque ayuda, a nuestro Yo más individual y ontológico (ése al que tratamos de coaccionar y condicionar) a caminar hacia el mundo del deseo y de las ideas (el «supra»), y a sentir y a experimentar lo que se siente y se experimenta ante una correcta y bien orquestada obra inventiva. ¿Y cómo sabemos que lo es? Pues porque (casi sin darnos cuenta) Lo que ruge nos aproxima y nos motiva a recorrer el oscuro y confuso itinerario (que no estúpido) que nos lleva hasta el deseo; hasta el sueño luminoso que, en nuestro intelecto, tod@s experimentamos tras una lectura inteligente y apetecible: universal.
Universal como lo es el arte (el Arte con mayúsculas); el arte que destila la creación comunicativa y estética que todo buen relato debe aportar al alma del que lo degusta. Porque un gran relato carga su temática de magia; temática variada que, como ocurre en este volumen, cumple con un estudiado ritual que es de la humanidad y para la humanidad: lingüístico, sonoro, conceptual… Un ritual que hermana a todos estos cuentos en una loa hacia lo inquietante, hacia lo descorazonador (por tanto, aterrador) y hacia lo que nos resulta weird. Porque estos cuentos, estos ocho cuentos que son plurales (fantasía oscura, ciencia ficción distópica y realismo crudo), me han hecho recalar, siempre desde el punto de vista de lo humano, en el pluralismo de lo ético/filosófico (lo que creemos que es o entendemos que está bien; por supuesto, también en su némesis); en el concepto problemático de la libertad (lo es cuando la propia se dilata más que la ajena); en las nociones de igualdad de trato, de no discriminación; en los derechos y principios (cargados de dimensiones morales) que hacen que todos los Estados sociales (por muy dispares y por mucho que disten, morfológicamente hablando, los unos de los otros), cosifiquen o humanicen, dentro de su globalidad existencial, al ente/ser/individuo que los gesta.
Porque ese es el arte (el Arte con mayúsculas) de lo breve: hechos reales o ficticios (o una mezcla de ambos, o un poco de cada, o un «sintón» de todo) que, como decía el gran Julio Cortázar, en términos pugilísticos, hacen que el relato gane por knock out (comparándolo con otros géneros narrativos) a la hora de recrear situaciones. Y las de estos cuentos… las de estos cuentos, de prosa ágil y mimada, nos llevan a una realidad X, para, luego, recortarse de ella; nos llevan a unos mundoscolmenas utópicos, para, luego, desencadenar en ellos una hecatombe estructural; nos conducen por una «resignación dolorosa» del dolor, para, luego, experimentar el lúbrico y beatífico sexo que hace de lo vengativo un libertario orgasmo… Ay, qué errada me hallaba, ¡ay! Bravo por la autora que ha creado estos cuentos, y bravo por la editorial que ha permitido que vean la luz. Porque Lo que ruge es arte inteligente, apetecible y universal. Porque lo que ruge, está vivo.
Excelente reseña. Espero conseguir ese libro pronto y leerlo. Saludos.
ResponderEliminarMuy agradecid@s.
ResponderEliminarTiene pintaza. Este es de los que me gustan.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por la reseña.