lunes, 10 de febrero de 2020

"Necróparis", de Fernando Cámara: Revisitando la onírica Ciudad de la Luz


El terror, especialmente en el territorio español, quizás sea la vertiente más infravalorada del ya estigmatizado género fantástico. Las nuevas generaciones de escritores y lectores prefieren profundizar en la fantasía y la ciencia ficción que entre las brumas de lo extraño, onírico o surrealista. Actualmente son pocas las figuras españolas que destacan en la ficción de terror: Pilar Pedraza, Guillem López, Alfredo Álamo, Víctor Conde, Miguel Aguerralde, Ismael Martínez Biurrun, Emilio Bueso o Santiago Eximeno, quizás sean los  más conocidos dentro de este panorama. Sin embargo, no hay que olvidar la existencia de la ya (desgraciadamente) extinta Nocte, Asociación Española de Escritores de Terror; organización que alentó y promocionó la visibilidad de obras y autores petenecientes a esta vertiente literaria (mal llamada subgénero). 
Así pues, hoy hemos decidido hablaros de una obra encuadrada dentro del marco de la literatura weird o de terror extraño,  finalista en los Premios Ignotus y en los Premios Nocte (a mejor novela 2011). Nos referimos a Necróparis de Fernando Cámara, obra que fue editada por el ya extinto sello NGC ficción.

En primer lugar, aludir que Fernando Cámara es cineasta, guionista y escritor. Nominado al Goya al mejor director novel por su primera película Memorias del ángel caído y ganador del XVI premio de narrativa Francisco García Pavón por su novela Con todo el odio de nuestro corazón. Igualmente, en el año 2017 quedó finalista en los Premios Ignotus con su novela Galaxia Bramford. 
Hecha esta breve, pero concisa introducción, diremos que, con Necróparis, Cámara  plantea un experimento subjetivo al profundizar en la psique del protagonista, que de manera omnisciente, narra las múltiples vivencias que experimenta con su mujer durante unas vacaciones en la Ciudad de la luz. 

A través de un lenguaje conciso y beligerante (y sí, también de vez en cuando sentencioso), con juegos de palabras, aliteraciones gramaticales y conceptuales, frases breves y concisas...  con todo ello, Fernando va generando un aura de desasosiego y claustrofobia a través de personajes, a cada cual y a cada vez más delirantes, rompiendo así con la realidad establecida. La novela emplea todas las inimaginables postulaciones hebefrénicas (que se maceran en la noche) para profundizar en el emporio socio-económico de una sociedad desigual, detentada por políticos insulsos y corruptos (descritos con sarcasmo, de foma cuasi grotesca) incapaces de comprender que es en el pueblo llano en donde el poder reside.   

Ilustración de Piotr Jabłoński

Todo esta secuencia ideológica sería utilizada por Cámara (tres años más tarde) en Con todo el odio de nuestro corazón (la corrupción política ha destrozado a la sociedad civil, condenando a la clase media a vivir en asentamientos chabolistas del extrarradio), historia que se cementa  en el odio más profundo de aquellos que han sido lastimados hasta límites indecibles y que, no teniendo nada que perder, eligen el crimen como método de justificación existencial.

Fernando Cámara sabe entremezclar ideas de diferentes ramas artísticas, por lo que las reminiscencias a Clive Barker, Alfred Hitchcock o Jack Ketchum (en su descarnada forma de escribir) hacen de su obra un idearium del ser humano (en su vertiente más primitiva) movido por ansiedad extrema y turbadora preocupación.

Necróparis es un fiel reflejo de la no existencia, de la pérdida de la razón y de ruptura con la realidad; de cómo el segundo principio de la termodinámica se ajusta al funcionamiento de los sistemas físicos y se hibridiza con las psicopatologías, convirtiendo su obra en un ensayo del horror ontológico (filosófico) ampliamente estructurado y desarrollado por el escritor Thomas Ligotti.

A pesar de la falta de coherencia en algunas escenas (que se repiten), el resultado del cómputo global es excelente (victoria por partida doble como finalista en dos de los galardones más importantes del panorama fantástico español de la década de 2010). 
Cerrada esta etapa, aguardamos -impacientes- qué nuevas y terroríficas producciones guarda Fernando en la recámara. 

Ilustración de Rodger Gerberding

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