miércoles, 2 de octubre de 2019

Lovecraft y Robert Bloch. La herencia literal

Ilustración de Zdzisław Beksiński

Howard Phillips Lovecraft (1890, Providence, Rhode Island-1937, ibídem) y Robert Bloch (1917, Chicago-1994, Los Ángeles) nunca se conocieron en persona. Y sin embargo, casi un siglo antes de la existencia de las redes sociales, los dos autores mantuvieron una relación estrictamente literal, es decir, basada en las letras. Una breve pero fructífera correspondencia y una espontánea trilogía de relatos sirvieron para marcar la transición entre las dos edades más recientes de la literatura de género anglosajona: por un lado, la crisis del terror gótico y el advenimiento del horror cósmico, propiciadas ambas por la fascinante mitología y ambigua idiosincrasia del gigante de Providence; y, por el otro, la cristalización de la weird fiction y el progreso de la literatura de género hacia su consideración como vía de expresión adulta y su consiguiente éxito comercial, hechos que ayudó a impulsar con su prolífica y heterogénea obra el autor de Psicosis

El “Círculo de Lovecraft”

1921 se recordará como el año en que Lovecraft se abrió al mundo. Dos hechos servirán como detonante: la muerte de su posesiva madre, Sarah Susan Phillips, recluida en un psiquiátrico al final de sus días y que tanto influiría en su personalidad introvertida y su voluntario aislamiento; y la posterior ruina de su familia, que le decidirá a volcarse de lleno con la escritura para proporcionarse su sustento, aunque con los desiguales resultados y las penurias de sobra documentados en sus numerosas biografías. En 1917, a la edad de 27 años, Lovecraft había publicado ya su primer relato fantástico, Dagon, en la revista pulp mensual Weird Tales y será precisamente en torno a esta mítica publicación que comenzará a ampliar su vida social, aunque, todo hay que decirlo, de forma exclusivamente epistolar, ya que empieza a mantener correspondencia con un grupo de admiradores, escritores y artistas que, profundamente interesados por sus relatos, se reúnen en torno a su figura. Dicho grupo, que se irá ampliando con el transcurso de los años, dará lugar a una suerte de foro literario, prácticamente un movimiento de escritores interesados en la fantasía y lo sobrenatural que se autodenominará el “Círculo de Lovecraft”. De su intenso intercambio erudito y creativo será de donde surja lo que se ha dado a conocer como “Mitos de Cthulhu”, denominación acuñada a posteriori por August Derleth, uno de sus miembros originales y que servirá de etiqueta a la obra colectiva de relatos y novelas basada en el colosal arco temático esbozado en origen por Lovecraft. Aunque los “Mitos”, oficialmente inaugurados en 1921 con el relato del maestro La ciudad sin nombre (The nameless city), aún siguen siendo ampliados por escritores y admiradores de todo el planeta, sus “padres fundadores” serían, por supuesto, el propio Howard Phillips Lovecraft, August Derleth, Frank Belknap Long, Donald Wandrei, Clark Ashton Smith, Virgil Finlay, Robert E. Howard y el representante más joven del grupo, Robert Bloch

Robert Bloch, que vivía por entonces en Wisconsin, era un fervoroso lector de Weird Tales. Se sentía especialmente fascinado con los relatos del casi desconocido autor de Providence, así que se decidió a escribirle su primera carta el 5 de abril de 1933, en su 16 cumpleaños, expresándole su admiración y pidiéndole información sobre más historias de su autoría. El 22 de noviembre del mismo año le responde un entusiasmado Lovecraft comprometiéndose a enviarle él mismo sus relatos. Se iniciaba así una breve pero intensa correspondencia de cuatro años. Las cartas de Lovecraft han sido recopiladas en el libro H. P. Lovecraft letters to Robert Bloch, editado por David E. Schultz y S. T. Joshi en 1993, aunque la parte de Bloch no se ha conservado. Lo que comienza como un intercambio de información e inquietudes sobre el campo de la literatura pronto se irá convirtiendo en una auténtica relación entre maestro y discípulo. En su cuarta carta Lovecraft expresa: “Hay algo en su forma de escribir que me hace pensar que quizá usted estaría interesado en dedicarse a esto mismo. ¿Le gustaría escribir historias? Me alegraría poder comentarlas”. Bloch no lo duda y comienza a enviarle entonces sus propios textos, acompañados en muchos casos por ilustraciones a petición de Lovecraft, que consideraba reforzaban el carácter visual de la escritura del joven. Los consejos narrativos del maestro se revelarán concienzudos y constructivos, con un gran sentido crítico muy propio de la analítica mente del genio, y por ello serán sin duda una poderosa influencia en la formación literaria de Bloch. Como resultado del proceso de perfeccionamiento muchos relatos y argumentos quedarán en el camino, hasta que el de Wisconsin consigue publicar en 1934, en Weird Tales, su primer relato, The secret of the tomb, con tan sólo 17 años. A partir de ahí se convertirá en asiduo colaborador de la publicación pulp y en uno de los miembros más activos del “Círculo de Lovecraft”, hasta el punto de ser el autor que más contribuyó con sus historias, junto con August Derleth, en la expansión del universo de los “Mitos de Cthulhu”. 

El “Ciclo Robert Blake” 

En 1935 Robert Bloch pide permiso a Lovecraft para matarle. De esta forma quería el joven autor expresar su admiración por su maestro, ya que su intención era la de asesinarle de forma espantosa en una de sus narraciones. 
Este tipo de juego metaficcional era bastante habitual entre los escritores del “Círculo de Lovecraft”. Probablemente la práctica empezó con la broma de usar sus nombres reales para construir pseudónimos que luego se aplicarían a personajes de sus historias. Lo cierto es que en muchos de los relatos de los “Mitos” encontramos figuras que o bien se inspiran en la personalidad de los escritores reales, o bien incluyen directamente a estos mismos, sin ningún tipo de filtro, como parte de la trama. Precisamente fue Lovecraft uno de los que con más entusiasmo utilizó este recurso. Prueba de ello será su inspiración en August Derleth para crear al Conde d'Erlette (alias que servirá para bautizar al autor del libro ficticio Cultes des Goules) y otros personajes como Danforth (En las montañas de la locura) o Albert N. Wilmarth (El que susurra en la oscuridad). Es muy probable también que el escultor atormentado de La llamada de Cthulhu, Henry Anthony Wilcox, sea un trasunto del no menos maldito Clark Ashton Smith. Por todo ello no es de extrañar que HPL accediera a la petición de su discípulo, a la que replicó de esta original forma en una carta fechada el 30 de abril de 1935: 

A quien pudiera interesar: 

Certifico que el señor Robert Bloch, Esq., de Milwaukee Wisconsin, EEUU -reencarnación de Mijnheer Ludwig Prinn, autor del DE VERMIS MISTERIIS- queda plenamente autorizado para retratar, matar, aniquilar, desintegrar, transfigurar, metamorfosear, o maltratar al abajo firmante, en el cuento titulado, EL VAMPIRO ESTELAR. 

Firmado. H.P. Lovecraft. 

Ilustración de Travis Anthony

Al pie de la misiva se acompañaban las testificaciones de Abdul Alhazred (escritor del Necronomicón), Friedrich Von Juntz (autor del Unaussprechlichen Kulten, el Libro de los Cultos sin Nombre), Gaspar du Nord (traductor del Libro de Eibon) y el Lama Tcho-Tcho de Leng, dando fe del documento con sus vistosas y ficticias firmas. 
Una vez concedido el permiso aparecería en Weird Tales, en septiembre de 1935, El vampiro estelar (The shambler from the stars). El relato comienza con una dedicatoria a Lovecraft y narra en primera persona la ambiciosa búsqueda de un joven escritor, obsesionado por la perfección y la exploración de nuevos temas, que acabará carteándose con “un místico de Nueva Inglaterra” cuyas características no dejan lugar a dudas sobre su identidad. A través de este llegará al conocimiento de diversos libros arcanos y malditos, entre ellos el inevitable Necronomicón, pero sobre todo De Vermis Mysteriis, ("Misterios del Gusano"), grimorio escrito en latín en el siglo XIII por el caballero cruzado alemán Ludwig Prinn mientras esperaba en prisión a ser quemado por brujería. He aquí la primera entrada en escena de una de las contribuciones más celebradas de Robert Bloch a la mitología lovecraftiana. Tras hacerse con un ejemplar en una librería de anticuario el iluminado artista se cita con “el eremita de Providence” en su casa para que se lo traduzca, pero cuando este pronuncia un fragmento del texto en voz alta invoca involuntariamente a una entidad del espacio exterior que acaba desmembrándole y succionando su sangre. Aunque su identidad es patente, Bloch se cuida mucho de no utilizar el nombre de Lovecraft. Lo mismo ocurre con el narrador, que aun así tampoco esconde sus evidentes elementos autobiográficos. Pero el juego no acabaría aquí. 

Lovecraft quedaría encantado con la historia y su respuesta no se haría esperar. En noviembre del mismo año escribe El morador de las tinieblas (también traducido como El que acecha en la oscuridad, del título original The haunter of the dark), que no se publicará en Weird Tales hasta diciembre de 1936. El maestro hace valer el quid pro quo encabezando el texto con una dedicatoria directa a su discípulo y el siguiente prefacio: 


Yo he visto abrirse el tenebroso universo 
Donde giran sin rumbo los negros planetas 
Donde giran en su horror ignorado 
Sin orden, sin brillo y sin nombre. 
Némesis 

Una apertura que nos prepara para una narración imbuida de genuino horror cósmico, pero en la que además Lovecraft se atreverá a llevar aún más lejos la inclusión de elementos tomados de la realidad dentro de la propia ficción. Para empezar la trama gira en torno al narrador sin nombre de El vampiro estelar, bautizado ahora como Robert Harrison Blake, denominación en la que puede reconocerse el nombre del propio Robert Bloch. Pero la identificación no acaba ahí: el personaje se nos presenta como un escritor e ilustrador de Milwaukee y cita como su domicilio la dirección real de Bloch por aquel entonces. “Soy Blake: Robert Harrison Blake. Calle East Knapp, 620; Milwaukee, Wisconsin. Soy de este planeta”, afirma en un fragmento de su diario al final del relato. Lovecraft retoma los hechos de El vampiro estelar y narra cómo, tras la brutal desaparición de su avatar literario, Blake se muda a Providence siguiendo una inexplicable e irresistible atracción. Según afirma Robert M. Price, estudioso de la obra lovecraftiana, el apartamento donde se aloja el artista es descrito de forma idéntica al hogar donde Lovecraft pasó sus últimos años. A partir de aquí el campo está allanado para que el maestro del horror despliegue todo su poder psicogeográfico en la pintura de la ciudad que tan bien conoce. Así nos va introduciendo en las calles de la ciudad de Nueva Inglaterra hasta llegar a la iglesia abandonada en la colina de Federal Hill, donde una secta conocida como la “Sabiduría de las Estrellas” celebraba sus rituales hasta finales del siglo XIX. En las sombras del chapitel del templo Blake descubre el Trapezoide Resplandeciente, primera aparición de este icono de los “Mitos de Cthulhu”. La piedra arcana, tallada en el planeta Yuggoth antes de la llegada de los Primordiales a la Tierra, sirve de puerta de entrada a la entidad conocida como el “Morador de las Tinieblas”, que es liberada por Blake, provocando que la ciudad sea arrasada por una terrible tempestad y en última instancia causando su propia muerte. 

El denominado “ciclo de Robert Blake” aún tendría que completarse con una tercera entrega, La sombra que huyó del chapitel (The shadow from the steeple), aunque esta llegaría ya en forma de homenaje póstumo en septiembre de 1950, trece años después de la muerte de Lovecraft. En esta ocasión Bloch relata la investigación de la muerte de Robert Blake llevada a cabo por su ficticio amigo epistolar Edmund Fiske y se permite romper la continuidad de la saga para introducir otra vuelta de tuerca al discurso metaficcional. Esta consistirá en el establecimiento de una nueva línea temporal en la que el genio de Providence no murió a manos del vampiro estelar, sino que siguiendo su biografía real vive para escribir El morador de las tinieblas, el cual servirá de ayuda a las pesquisas de Fisk: “La mayor parte de las circunstancias que concurrieron en la muerte de éste y algunas de las conjeturas que entonces se hicieron fueron recogidas por Lovecraft en su relato “El Morador de las Tinieblas”, que se publicó año y pico después de haber muerto el joven Blake”. Bloch se refiere también al “Círculo de Lovecraft”, a través del que Fiske habría conocido previamente al desaparecido Robert Blake. A partir de ahí su prosa ágil nos introduce en una intriga sobrenatural con tintes de espionaje en la que el mismísimo Nyarlathotep se esconde detrás de la escalada atómica internacional, con lo que el autor se hace eco de la histeria propia de los tiempos de la Guerra Fría. 


La herencia 

La última carta de Lovecraft a Bloch llegaría el 25 de enero de 1937. Cuando él y August Derleth, ambos de Wisconsin, se disponían a visitar al genio en su residencia de Providence les llega la triste noticia de su muerte por causa de un cáncer intestinal, cuando contaba tan sólo con 46 años de edad, el 15 de marzo de 1937, un año después que el otro mago del pulp, Robert E. Howard. Según Sprague de Camp recoge en su estudio biográfico de referencia, Lovecraft: Una biografía (Lovecraft: A Biography), Robert Bloch llegó a decir que “si hubiera sabido del estado de Lovecraft, se hubiese arrastrado a gatas si fuera necesario hasta llegar a su lecho de muerte”

Las circunstancias de la muerte del maestro afectaron profundamente a su discípulo: “…las noticias de su destino me llegaron como un golpe devastador; sobre todo porque la mayor parte del mundo ignoró su marcha. Sólo mis padres y unos pocos corresponsales parecieron sentir mi conmoción y mi sensación de que una parte de mí había muerto con él”. No es de extrañar pues que gran parte de su producción literaria posterior se centrara en el universo lovecraftiano. Primero con los relatos que August Derleth incluyó como parte de las antologías colectivas tituladas como Los mitos de Cthulhu, a lo largo de la corta vida de la editorial Arkham House, y que en 1981 se recopilaron por primera vez en un volumen individual con el título Mysteries of the Worm (Misterios del Gusano). En 1978 llegaría la novela Strange Eons (título traducido al castellano como El horror que nos acecha), un interesante esfuerzo en el que se especula de nuevo en la ficción con la verosimilitud de los relatos reales de Lovecraft para desarrollar un argumento con todos los elementos propios de su universo. Aquí el trasfondo de su obra sirve de base para una visión cercana al ideario de lo que se ha dado en llamar “teoría de la conspiración”, en donde los Primordiales habrían desarrollado su propio concepto de “granja humana” en la Tierra con el transcurso de los eones. 

Arkham House marcaría la transición ya comentada al principio entre el horror gótico y el ascenso comercial del género, ya que de su factoría saldrían no sólo las primeras obras de Robert Bloch, sino las de autores tan esenciales como Briam Lumley, Ray Bradbury o Ramsey Campbell, también herederos de pleno derecho de la obra de Howard Phillips Lovecraft e iniciadores de la nueva era de la literatura de terror contemporánea. Por su parte, Bloch aún publicaría con Arkham su primer libro de relatos, The opener of the way (1945). Pronto llegaría su primera novela, The scarf (1947), y a partir de ahí se iniciaría una prolífica y exitosa carrera literaria con 30 novelas y cientos de historias cortas que haría compatible con su faceta como guionista en Hollywood, tanto para cine como para televisión, sobre todo tras el éxito de la adaptación fílmica de su novela Psicosis (Psycho, 1959) en el clásico de Alfred Hitchcock. Aunque se puede afirmar que su estilo narrativo ágil y visual dista mucho de la solemnidad atmosférica de Lovecraft, lo cierto es que la huella del genio quedará presente en espíritu en la obra de Bloch. No se puede olvidar que él fue el que le hizo amar y entender el horror, permitiéndole bucear con rigor en sus mecanismos y recursos para luego poder trascenderlo y contribuir a establecer subgéneros tales como el suspense y el psychothriller, sobre todo a raíz de la trilogía Psicosis (de la que nunca está de más recalcar que no tiene nada que ver con las posteriores secuelas fílmicas). De los monstruos cósmicos y sobrenaturales Robert Bloch pasará a introducir la temática de los monstruos modernos, la figura mucho más humana pero no menos terrible del asesino psicópata. Otros tiempos, otros temas, pero las intenciones narrativas serían exactamente las mismas. De una u otra forma, Lovecraft siempre le acompañaría. Los siguientes dos textos prueban hasta qué punto esto fue verdad. 

El primero de ellos es un fragmento del relato de Lovecraft The picture in the house (1920) con el que Robert Bloch abre las primeras líneas de su escrito The shambles of Ed Gein (1962), un texto de no ficción centrado en la figura del célebre psicópata y que en 2008 la Library of America incluirá en una retrospectiva de 200 años de crímenes en EEUU. El caso de Gein, que vivía a unos pocos kilómetros de su casa en Wisconsin, siempre impactó al escritor, hasta el punto de servirle de inspiración para el personaje de Norman Bates en Psicosis. Las líneas de Lovecraft serán un perfecto preámbulo para la descripción real de la casa del macabro asesino que constituye el tema central del artículo: 

“Los aficionados al horror suelen buscar los sitios llenos de misterio pero lejanos, como las catacumbas de Ptolomeo o los magníficos mausoleos de tantas partes. Preferentemente a la luz de la luna, se entregan a trepar a las ruinosas torres de los castillos del Rhin o a transitar tambaleantes entre las lóbregas escaleras repletas de telarañas que aún subsisten entre los restos de algunas ciudades asiáticas. Sus templos son los bosques encantados o las montañas inaccesibles y sus reliquias están dadas por los horribles monolitos que se levantan en islas despobladas. Sin embargo, para el verdadero sensual del horror, aquél que ante un estremecimiento nuevo puede llegar a sentir justificada toda una existencia, las viejas y solitarias granjas de Nueva Inglaterra son particularmente atractivas, puesto que es allí donde se produce la combinación precisa de elementos tales como la fantasía, la soledad, lo ignorado y la presencia de fuerzas sombrías que en conjunto pueden producir altas cumbres de lo tenebroso.” 

El último texto está tomado de Carta abierta a H.P. Lovecraft (Open letter to H.P. Lovecraft), un homenaje a Lovecraft escrito por el propio Robert Bloch que sirve de introducción a la antología colectiva de relatos de horror El legado de Lovecraft (Lovecraft's legacy, 1990). Este fragmento en concreto se refiere precisamente a la cuestión del proceso de construcción de la ficción: 

“Al comienzo fue el estilo lo que atrajo imitadores. Muchos jóvenes escritores -yo mismo incluido-, intentamos escribir relatos tipo Lovecraft, frecuentemente usando conceptos de los Mitos con tu pleno y generoso permiso. Pero con el paso del tiempo la mayoría de nosotros acabamos comprendiendo, cada uno a su manera, que el auténtico secreto de tu genio no estaba en la adjetivitis, las referencias a deidades extrañas mencionadas en extrañas obras de referencia o el fiarse de las cursivas y los signos de admiración para enfatizar ciertos pasajes. El auténtico secreto de un buen relato de Lovecraft radicaba en su habilidad para crear una suspensión temporal de la incredulidad. Su capacidad de conseguir que lo increíble pareciese creíble hizo que esos relatos poseyeran una vida literaria que ha perdurado hasta el día de hoy”. 

2 comentarios:

  1. La verdad es que Lovecraft sobresalió gracias a sus excepcionales relatos, pero no se queda atrás en cuanto a correspondencia. En ocasiones, las cartas constituyen toda una lección sobre escritura y vida.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, más teniendo en cuenta que era una persona muy poco sociable. Sería interesante ver cómo se hubiese comportado ante las redes sociales, aunque seguro que en la actualidad tenemos ya algún Lovecraft escondido en la virtualidad esperando que lo descubran.

      Eliminar