Al pensar en historias de terror, algunos de los nombres que nos
vienen inmediatamente a la cabeza son Edgar A. Poe, H. P. Lovecraft y
seguramente algún clásico más, pero no hay duda de que Junji Ito bebe
sobre todo de fuentes algo más cercanas. El horror de Ito nos sorprende
como lo hacían los episodios de Alfred Hitchcock presenta y sus
magníficos e inesperados desenlaces. Nos divierte como nos divertía en
nuestra infancia aquel cómic de terror
llamado Creepy. Nos entretiene como un buen libro de Stephen King, y nos
horroriza como lo hacía aquella familia de chalados de La matanza de
Texas, por mencionar sólo algunos de sus referentes. Por eso, vamos a
hablar sobre este volumen de cuentos de terror, en los que la realidad
se deforma hasta límites desconocidos para la razón humana.
El primero de estos "Relatos terroríficos I" muestra la maestría de Ito
al combinar varias de esas influencias en una estupenda historia de
terror psicológico y terror del otro. Kotani, un joven estudiante,
recibe la llamada de Narumi, una antigua compañera de instituto que le
anuncia que está a punto de tirarse de un puente. Kotani le salva la
vida y, ante la negativa de Narumi a volver a casa, le permite alojarse
con él. La convivencia, sin embargo, no es fácil y, cuando Kotani
insiste en que debe volver con sus hermanos, ella amenaza con
suicidarse. Narumi es huérfana y hasta ahora vivía en una vieja casa con
sus seis hermanos, y es aquí cuando las cosas se ponen verdaderamente
interesantes y macabras.
Los hermanos Hikizuri, que es como se llaman, son una colección de variopintos y sádicos bichejos que harían temblar al más pintado. Están dominados por el mayor de ellos, Kazuya, que es quien decide qué tipo de castigo se merece Kotani por haberse apropiado de su hermana, aunque el final no es el que el lector se espera. Volvemos a encontrarnos con ellos en el segundo relato.
El tercer relato, “La mansión del dolor fantasma”, es, sencillamente, magistral, si bien tiene un tono completamente diferente de los anteriores. El terror aquí es mucho menos cárnico y sí más angustiante y enigmático, y la idea de una mansión que, en cada uno de sus rincones, duele (como suena) al joven que la habita, se erige en una soberbia metáfora que nos hace pensar en el ya mencionado Poe o incluso en el autor italiano Dino Buzzati.
La última de las historias está un tanto menos lograda. En ella el autor plantea como motivo central la locura del culto al cuerpo y el sacrificio de la salud en aras de una presunta belleza. En conjunto, estos "Relatos terroríficos I" confirman la existencia de otro gran autor de terror y lo pasarán de "locos", ya sean hitchcokianos, poeistas o lovecraftenses.
Los hermanos Hikizuri, que es como se llaman, son una colección de variopintos y sádicos bichejos que harían temblar al más pintado. Están dominados por el mayor de ellos, Kazuya, que es quien decide qué tipo de castigo se merece Kotani por haberse apropiado de su hermana, aunque el final no es el que el lector se espera. Volvemos a encontrarnos con ellos en el segundo relato.
El tercer relato, “La mansión del dolor fantasma”, es, sencillamente, magistral, si bien tiene un tono completamente diferente de los anteriores. El terror aquí es mucho menos cárnico y sí más angustiante y enigmático, y la idea de una mansión que, en cada uno de sus rincones, duele (como suena) al joven que la habita, se erige en una soberbia metáfora que nos hace pensar en el ya mencionado Poe o incluso en el autor italiano Dino Buzzati.
La última de las historias está un tanto menos lograda. En ella el autor plantea como motivo central la locura del culto al cuerpo y el sacrificio de la salud en aras de una presunta belleza. En conjunto, estos "Relatos terroríficos I" confirman la existencia de otro gran autor de terror y lo pasarán de "locos", ya sean hitchcokianos, poeistas o lovecraftenses.
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