Este poema ha sido reproducido gracias a la inmensa deferencia del editor Javier Jiménez Barco. Dicho poema se haya incluído en el volumen El Cubil del Engendro Estelar y otros inéditos lovecraftianos.
Campanarios blancos a la salvaje luz lunar,
Y árboles dotados de un argénteo fulgor;
Las altas chimeneas ven a los vampiros volar,
Mientras las arpías, en el cielo superior,
Revolotean y ríen en derredor.
Pues la aldea muerta que bajo la Luna yace,
Jamás llegó a brillar en el ocaso,
Creciendo en las profundidades de los muertos años,
Allí donde el río de la locura se abre paso
Hasta lo profundo de un abismo en un pozo de sueños.
Un gélido viento sopla entre columnas de gavillas
En lívidos prados que resplandecen,
Y se desliza allí donde las lápidas brillan
Y los gules del cementerio agradecen
La comida que ante ellos aparece.
Ni un hálito de los extraños dioses grises del cambio
Que arrancaran desde el pasado lo que es suyo
Podría acelerar esta hora, en que un poder espectral
Sobre el trono cósmico el sueño sembrará,
Liberando una desconocida vastedad.
Así que se extienden de nuevo, el valle y la llanura
Observados por ya olvidadas lunas,
Y los muertos saltan jubilosos, bajo los pálidos rayos,
De las oscuras fauces de la tumba manando
Para sacudir al mundo con espanto.
Y todo aquello que surgirá por la mañana,
La pestilente fealdad
De manzanas de ladrillos y piedra,
Con los demás algún día estarán,
Habitando junto a sombras de maldad.
Ladrarán pues en la sombra, los lemures salvajes,
Y ascenderán leprosas espirales;
Pues tanto lo nuevo como lo viejo son iguales
Del horror y de la muerte están sembrados,
Para por los sabuesos del Tiempo ser devorados.
(Ilustración: Virgil Finlay)
Grande maestro
ResponderEliminarLovecraft un grande, siempre.
ResponderEliminarEl Maestro.
ResponderEliminarSaludos.