La rama europea de la ciencia ficción comenzó propiamente a
finales del siglo XIX con los romances científicos de Julio Verne (1828-1905),
cuya ciencia se centraba más bien en invenciones, así como con las novelas de
crítica social, con orientación científica, de H. G. Wells (1866-1946).
Wells y Verne rivalizaron en la primitiva ciencia ficción.
Los relatos y novelas cortas con temas fantásticos aparecieron en las
publicaciones periódicas en los últimos años del siglo XIX, y muchos de ellos
emplearon ideas científicas como una excusa para lanzarse a la imaginación.
Aunque es más conocido por otros trabajos, Sir Arthur Conan Doyle también
escribió ciencia ficción.
El único libro en el que Charles Dickens se aventura en el
territorio de la especulación científica y los extraños misterios de la
naturaleza (en contraposición a los claramente sobrenaturales fantasmas de
Navidad) fue en su novela Bleak House
(1852), en la que uno de sus personajes muere por «combustión humana
espontánea». Dickens investigó casos registrados de tal efecto antes de
escribir sobre el tema para ser capaz de contestar a los escépticos que se
escandalizarán con su novela.
El siguiente gran escritor británico de ciencia ficción,
tras H. G. Wells, fue John Wyndham (1903-1969). A este autor le gustaba
referirse a la ciencia ficción con el nombre de «fantasía lógica». Antes de la
Segunda Guerra Mundial, Wyndham escribió exclusivamente para las revistas pulp,
pero tras la contienda, se hizo famoso entre el público en general, más allá de
la estrecha audiencia de la ciencia ficción.
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